martes, 1 de marzo de 2011

Tú sabes de qué hablo

Esto empezó y era una simple "equis". ¿Recuerdas? Dijimos que sólo sería eso. Que no sería eterno, que duraría sólo un tiempo, pero que nunca lo olvidaríamos. La equis que nos rayamos en las muñecas, ese día, en el patio de tu casa, simbolizaban esto.

Yo quería quedarme así, quería quedarnos así. Pero las cosas pasan, uno no las controla, y uno no elige, ahora lo sé: tú siempre tuviste la razón. Yo creo que nunca leerás esto, pero prefiero decírtelo por aquí que por un mail que mandarás a la papelera sin leer. Prefiero que quede escrito en algún lugar.

Tenías razón, hoy me doy cuenta; y hoy puedo decir que es un poco tarde para nosotros, pero no para mí, a mí me sirve saber lo que enseñaste alguna vez.

No sé qué pasó. La verdad, estaba todo bien. Pero lo malo fue querernos tanto. Lo malo, pero también lo bueno. No me arrepiento de haberte dicho que te quería aquella noche cuando todo el miedo rondaba en tu pieza. Cuando no podía quererte porque tú me lo habías prohibido. Así son las cosas, no se controlan. Como tampoco pudimos controlar el hecho de que nuestra "equis" se haya convertido en un abecedario casi completo. Lamentablemente, ese casi marca nuestra imperfección. Nuestro punto débil. Nuestro círculo incompleto.

Yo quería la equis para toda la vida. Ahora tendré más que una equis, tendré más letras para mí, tal vez las tomes también, y tal vez, algún día, hagamos un poema con todas esas nuevas letras y palabras que nos regaló el destino. Porque yo sí que creo es estas cosas, tú sabes de qué hablo.

No hay comentarios: