lunes, 12 de diciembre de 2016

Simulo

Matar la lengua es como matar la madre

el niño llega bajo ropajes de autoexilio
queriendo extirparse la piel morena que le cubre el rostro y las manos
queriendo ser otro, adquiere un comportamiento mecánico e indispensable para su /supervivencia en la nueva ciudad

simula los gestos cotidianos cuando va a comprar el pan
cuando toma el lápiz en el colegio
aprende los logaritmos verbales que lo situarán en una posición de camuflaje constante para/con sus pares
estará atento a cada palabra de uso coloquial que pueda facilitarle el rápido acceso a la /aceptación de grupo

simulará
simulará su lengua madre
la esconderá bajo el uniforme de colegio para que nadie sospeche sus orígenes indígenas

lo que él aún no sabe
lo presiente pero no está seguro
es que esos ojitos negros y rasgados delatan que él no nació aquí

por más ímpetu que ponga al pronunciar intentando que su acento actual
sea idéntico al acento de su compañero de su banco
en el brillo está la verdad
eso que quiere esconder para que no lo discrimen

entonces cuando busque un trabajo
tomarán a su compañero de banco, no lo tomarán a él
por su piel morena
sus ojitos rasgados
en el brillo se encuentra su verdad.


martes, 8 de marzo de 2016

Viajando de Puente Alto hacia Quinta Normal


Necesidad de fotografiarlo todo. Quiero ser un turista y sentir que esta ciudad debiera ser fotografiada, pero es una ciudad horrible y hostil, yo que vivo aquí lo sé, yo que soy parte de esta hostilidad santiaguina lo sé. Esta ciudad no merece ser fotografiada por nadie. 

Deseos de salir con mi cámara como en las ciudades desconocidas con ese deseo constante de que todo debe ser mostrado a través de lo que vieron mis ojos y de lo que captó el lente de mi cámara. Como si todo fuera un instante irrepetible que debo mostrarle a alguien posteriormente. Pero vivo en una ciudad de imágenes y momentos que se repiten uno tras otro, como en espejo hacia arriba y hacia los lados. Realmente no existe una necesidad de fotografiar una ciudad que se repite a cada instante, y se volverá a repetir al día siguiente, al mes siguiente, por siempre. 

lunes, 4 de mayo de 2015

Habitar






Yo tengo en mi cabeza
la cabeza de un hombre 
Y darlo a luz me mata,
me hace morir teniéndolo.
No es un hombre, es un niño,
como un diente clavado.
Si no nace, por dentro me devora,
si nace me hunde sesos y cráneo.
Frida Kahlo







Habitarte en la desesperanza de encuentros furtivos entre                                                                          /mujeres sin rostro
habitarte en desconsuelos adolescentes hijos
de familias resquebrajadas por el calor de estufas a parafina

te digo:
habitarte es entremezclarme con la rara apariencia de tu                                                                             /carácter violento
habitarte en tu violencia y habitarte los días y las noches las                                               /secuelas los traumas las cicatrices

habitar contigo la orfandad de este dolor

que se hizo grande y se hizo tuyo
tan parte de ti como tus uñas
y lo adoptaste como patria

yo lo habité en ti
queriendo arrastrarte al mundo

habitarte y habitarlo a partir del desconsuelo
tejer despacito entre tus cejas tu pelo hasta los dientes

así hilaríamos la historia de nuestro habitar
en nuestro dolor descompuesto

las frutas caen cuando maduran
nuestro amor cayó
estando apenas verde y ya mustio.


martes, 9 de diciembre de 2014

Sobre las aves nacidas en cautiverio


                                                                                                de Aviario 










Nos construyeron jaulas

en placas de lata escribieron nuestros nombres 

vinimos creciendo desde hace tiempo
nos subimos al auto sin retorno para mirar desde la ventanilla
cómo se encendían las calles a nuestro paso

quemamos la niñez y la juventud al mismo tiempo en que conocimos el sexo
y hasta entonces ignorábamos la fertilidad de nuestros cuerpos
escondimos nuestras culpas entre las piernas
cortamos los hilos con corta cartón
nos llenamos de espacios vacíos simulando afecto

entonces los pliegues de tu piel pidiendo disculpas en busca de tregua
entonces redimir carencias en el intento de permanecer

quemamos el volantín de dragon ball un día en el parque de Los Reyes
para hacer desaparecer la infancia

y que las pérdidas se fueran volando como los pájaros, para siempre.

lunes, 13 de octubre de 2014

fideos con salsa

Entonces la historia era así: ella se ponía a llorar porque él era muy frío, él era frío no porque no sintiera nada, sino porque los recuerdos le carcomían el corazón igual que a ella, pero él sabía guardar sus sentimientos, en cambio ella, nunca fue buena para guardar secretos.

Como aquella vez: ella le compró Bonsái cinco días antes de su cumpleaños, y dos días antes no pudo aguantar las ganas y se lo regaló. Le escribió una carta, como en todas las fechas importantes y las no tanto. Él nunca le escribió una carta. Algunos poemas sí pero nunca los terminó. Lo que sí, él siempre le cocinaba, siempre. Eso era sagrado aunque fueran las 2 a.m. y él tuviera que levantarse a las 6 a.m.. Y en cada almuerzo ella sentía que se comía un pedacito del corazón de él, una pestañita de sus ojos, y eso le llenaba el corazón a ella, porque sabía que toda la muestra de su amor estaba resumido en un plato de fideos con salsa, que sería destapado a la hora del almuerzo en el casino de la universidad. Y siempre, siempre tenía un post-it rosado en la tapa, que decía algo bonito, algo de ella o algo de él, o algo de la pelea de anoche o del estudio excesivo que no les permitió darse las buenas noches.

Bueno, al final, nunca hubo un final, porque los amores que calan los huesos nunca se terminan, a veces los olvidas por un tiempo, pero siempre vuelven, en el brillo del sol que entra por la ventana, en los papelillos que se quedaron la noche anterior encima de la mesa, o simplemente en un plato de fideos con salsa, cocinados, por supuesto, con mucho amor.