martes, 2 de septiembre de 2008

Profesional del Servicio

Así, como una vieja bien orgullosa de todas sus partes sueltas (pieles, grasas y otras), me subí en él. Qué viejo más sexy ése. Juro que hacer el amor con él, a mis 68 años, y a sus 71, fue mucho más rico que a mis 40 con mi primer marido, cuando ya todo se estaba acabando con él. La cosa es que con Richy, nunca resultó. Le faltaban ganas y fuerzas en la cama (principalmente, nos divorciamos por eso, no concibo una relación sin buen sexo).
Con Héctor, las cosas iban súper bien: a pesar de no ser muy jóvenes, hacíamos el amor todas las noches, y con distintos instrumentos de diversión. Pero fue eso lo que nos desgastó: la creatividad. Nos volvíamos locos el día entero pensando con qué sorprender al otro. Andábamos irritables, rendíamos mal en el trabajo, el stress nos estaba consumiendo. Decidimos separarnos para el bien de ambos.
Guillermo fue el tercero, con él, ya estaba pisando los 50...me sentía vieja. Ésa fue la única crisis de vejez en toda mi vida, porque Memo me mostró lo sensual que podía ser yo a pesar de mi edad. Estuvo bueno mientras duró. Sin embargo, el gran defecto de Guillermo, que también provocó nuestra separación, fue su infidelidad. No me engañaba físicamente con otras mujeres, pero tenía una fuerte tendencia a pensar que hacía el amor con otra cuando estaba conmigo. No fue difícil descubrirlo puesto que no se preocupó en ocultarlo; me llamaba por los nombres de las mujeres de la tele. Un asco. Me costó pero finalmente me deshice de él.
Luego de Guillermo, vino un tiempo de soledad, y no recurrí a líneas hot o a la temida “auto...”. No. Supe esperar con paciencia hasta que vi a la persona que yo quería me acompañara el resto de mi vida. Me costó acercarme a él, porque era el jefe de una empresa donde llegué a trabajar como pastelera. Mino total. A mí me sedujeron de inmediato sus manos grandes y sus blue eyes. Un día me acerqué. Y nos hicimos buenos amigos, claro que mis intenciones eran otras. Me enteré de que era viudo, de que no tenía hijos y de que su gran preocupación era: a quién dejarle de herencia esta fábrica. No se aparecía muy seguido por la empresa, pero cada vez que venía, almorzábamos juntos y me gané su confianza. Me invitó a cenar cierto día. Y apliqué toda la sensualidad que Guillermo me había demostrado, una puede tener a cualquier edad. Pero Don Pedro, se asustó, y me dijo que mejor me fuera a mi casa. Dejó de ir a la empresa por unos largos y angustiosos meses para mí. Hasta volvió y nuevamente me invitó a cenar a su casa. Me panteó otra vez su grave problema de no saber a quién dejarle la empresa de pasteles. No tenía ni hermanos y por ende, tampoco sobrinos. Me preguntó si acaso yo tenía hijos, puesto que quería casarse conmigo y aprovechar sus últimos años de vida con una mujer sincera y fiel. Yo no tengo hijos, le dije, pero sí una sobrina a quien adoro y que necesita ingresos. Es madre soltera, y es tan buena y jovencita.
Nos casamos en noviembre, luego de años de introspección entre nosotros. El día de la boda, lo único que quería era demostrarle a Peter todo lo que había aprendido durante mi vida sobre el sexo, pero no fue necesario. Pedro, a pesar de su edad, era un Dios en la cama. Me hizo la mujer más feliz y satisfecha del mundo. Gracias a él, tengo todo lo que siempre quise: un buen amante.
Peter me dejó viuda hace algunos años, y Pamelita, mi sobrina, ya se está haciendo cargo de la empresa, estudia ingeniería. David, ya entró al colegio. Puedo morir en paz.

2 comentarios:

Cristóbal Gómez dijo...

Una Vida satisfecha
solucionada

Nada más que pedir
excepto morir

Aprendamos a morir
como una vez nacimos

Aprendamos a dejar lo que tenemos
y recibamonos nosotros mismos
que uno es todo y todo es nada

Te AMO mi amor
eres muy linda

:-D

Camila dijo...

la esperanza es lo ultimo q se pierde dicen por ahi...parece q es verdad...

me gusto este, de hecho me gusta todo lo que escribes.. :)

espero que nos vemos pronto y asi copuchenteamos ajajjaja