jueves, 7 de agosto de 2008

Ponceo en la Estación Mapocho

Estación Mapocho gris. Los calcetines le cubrían apenas hasta dos dedos abajo de las rodillas. Tenía frío, pleno invierno y se puso una falda negra, corta. Los ojos iban delineados, las mejillas blancas, entumidas de frío. El pelo desordenado, bien oscuro, casi negro. Sus zapatillas no abrigaban nada pero a ella le gustaban mucho porque se apegaban perfecto a sus pies. Un niño se sentó a su lado a ver pasar el viento. Violeta se llamaba ella, él, Martín. Las manitos de ambos, empezaron a acercarse de a poco, aunque no querían, fueron metiendo sus dedos por debajo de la ropa del otro. Violeta se sentía muy triste, había terminado hacía dos días con su pololo. Martín, sabía que nunca podría estar con la niña que le gustaba, puesto que a ella, él lo tenía sin importancia. Se dejaron llevar, con rabia, con pena, con toda su pasión puesta en lo que vivían en ese instante. Se miraron como quien mira un pedazo de carne a la parrilla. Martín tomó a Violeta por la cintura, y ella le apretó la barbilla con una mano. Metieron sus lenguas hasta la garganta, se mordieron los labios, bebieron como agua la saliva del otro. Se limpiaron la boca con las mangas al terminar de besarse. Violeta se puso de pie, luego Martín. Violeta tomó su bolso y se fue camino al metro. Martín, hacia el parque Forestal.

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