
Pensó que para cuando llegara a la esquina, el perro negro ya se habría ido. Las calles estaban tan distintas a como ella las conoció y como eran hace un par de días atrás, cuando tomó la micro en el mismo paradero donde hoy la dejó la misma micro.
Ella piensa: la verdad nunca se puede ser lo que uno quiere, porque todos te exigen una forma de vestir, de verte, de hablar. Y su Corazón, siempre se lo saca en cara: no puede salir a la calle siendo como es. Ella no lo acepta como es. Y ella llora harto cuando pasan esas cosas. Y le dice que nadie puede ser como quiere porque siempre hay filtros de personalidad en cada esquina, en cada sonrisa, en cada ojo.
Ella va por la vereda y el perro la mira fijo y no se va. El perro negro está más quieto que nunca y no deja de mirarla. Su corazón está angustiado y tiene el pecho lleno de amaneceres en nubes. Su corazón está angustiado y no encuentra nunca las respuestas que busca, y que en realidad no busca encontrar, así que se angustia sabiendo que los riesgos de sus dudas siempre fueron los mismos. La duda sin respuesta y la angustia que lo espera. Como el perro negro. En la otra esquina. La espera a ella, seguro de que en cualquier momento ella tocará con su pie la esquina y él podrá abalanzarse sobre ella. Mordiéndole el cuello y la ropa.
Ella ya lo sabe: su corazón, tendrá que saber seguir solo, porque el perro negro se encargará de llevarla a dar una vuelta infinita.