domingo, 1 de junio de 2008

Cucharas de Oro

Definitivamente no me gusta la gente perfecta. Esa que destaca absolutamente en todo lo que hace, esa que cuida su lenguaje hasta con sus compañeros de curso, esa que todos aman y uno no entiende bien por qué. Nos caen bien, ¿a quién no? Buena presencia, simpaticones, sonrisa estupenda, variados temas de conversación: desde deportes, política o cine, hasta farándula y en el último caso, clima. Al parecer, uno mismo les cae bien a ellos. Pero, no me terminan por convencer…hay varias cosas que no me gustan:
1.-Son clasificables: la gente normal, pasa por “del montón”, ellos no, tienen su espacio determinado en la sociedad o en su grupo de amigos.
2.-Cuando algo por muy pequeño que sea, se sale de lo establecido por ellos, se les cae el mundo: no son sicológicamente aptos para el temido ERROR PROPIO.
3.-Todo está tan ordenado en su cabeza-mochila-pieza-casa
que si se llega a perder, colapsan: no tienen idea de dónde buscarlo (“no tiene patitas, si desapareció, esto es grave”).
4.-Te sientes un fracasado frente a ellos: nunca escuchaste a nadie hablar tanto tiempo sin equivocarse y sin mentir.
5.-Empiezas a preguntarte si realmente tratas con un humano o una máquina: están a años luz del más leve descuido o tropiezo.

Sin embargo, un día, decides acercarte y poco a poco, los vas admirando: te empiezas a encontrar torpe, descuidado, aburrido y muy hablador (de cosas que sencillamente a nadie le importa). Lo triste es cuando el fanatismo es tanto que este amigo perfecto se convierte en “tu guía y mentor”. Empiezas a comportarte como ellos: a hacer yoga, aromaterapia, a leer el diario, a usar reloj, a escuchar jazz, a ver las noticias, redecoras sobriamente tu pieza y se te olvida un poquito cómo eres tú realmente:

Te gustan los colores chillones, el jazz contemporáneo te aburre, prefieres leer hasta los ingredientes del shampoo antes que el diario, detestas el olor a pachulí, te encanta llegar tarde a todos lados y no entiendes mucho las culturas orientales.

Explotas, vuelves a ser tú, y te das cuenta de lo lindo que es el desorden.

2 comentarios:

Nía dijo...

Me haz leido la mente...

Yo pienso exactamente lo mismo.
Dentro de mi desordenada y distraida vida, siendo siempre participe de la "pajaroneria", me he dado cuenta que la vida es mucho mas satisfactoria y emocionante, cuando no sabes si estas en la tierra o en la luna.

Sin horarios, sin planes, sin numeros, sin ciencia, sin lineas rectas; tu vida se hace impredecible.

El desorden es mi mayor tesoro. Porque siempre dentro del caos surge el origen de algo.

. mOka . dijo...

oh sí. OH SÍ !
rayos... creo que diste en el clavo.
me huele tan usual. No falta el lugar donde tropiezas con uno de estos modelos. Son ejemplares, peculiares. AH COMO NO! y sí, más de una vez me detuve a reflexionar sobre su capacidad para ser buenos en todo... (o al menos lo visible ante mis ojos). Es admirable, pero no para caer en adulaciones... creo. Pero no hay caso. No son imitables. El ser humano es tan único en su pura esencia (cosa que no impide tomar buenas ideas... obvio. Tomarlas y recrearlas!)
qué es de tu vida ahora guapa?
veamonos un día!